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Por cuarto año consecutivo, Carlos Núñez ofrecerá un concierto en Pazo Baión, evidenciando la relación entre la música y los vinos y poniendo en valor la tradición
La música y los vinos, los vinos y la música, estas dos tradiciones tienen un enorme arraigo y una historia centenaria en las Rías Baixas. Un legado conjunto que se sigue escribiendo a día de hoy gracias a eventos como el concierto que va a dar Carlos Núñez, el músico gallego más universal, en Pazo Baión por cuarto verano consecutivo.
Este evento que ya se ha convertido en todo una tradición tendrá lugar el próximo viernes 28 de julio a las 20 h. y forma parte de la Xira Lugares Máxicos del artista vigués.
Para ir calentando motores, hemos tenido el placer de poder conversar con Carlos Núñez sobre la importancia de la tradición, la constante búsqueda de la excelencia, el valor de la colaboración intergeneracional o la apuesta por la internacionalización de la música y los vinos.
-¿Por qué Pazo Baión es un lugar máxico?
Pazo Baión es un lugar extraordinario por su enclave, que dota a la propiedad de un clima privilegiado dentro de O Salnés y permite a la bodega hacer unos vinos maravillosos; y por su equipo humano que tiene una gran voluntad de sumar fuerzas y de trabajar en equipo. También quiero destacar cómo Pazo Baión ha sido capaz de ir de la mano con la cultura, de relacionar la música y los vinos y conformar una fórmula ganadora: lugar, vino, cultura.
La prueba es que ya van cuatro años de nuestro tradicional concierto de Pazo Baión y cada vez es un éxito más arrollador, cada año se agotan las entradas antes. Además, esta cita se está convirtiendo en uno de los conciertos más glamurosos de la Xira Lugares Máxicos y yo creo que es por la influencia del vino. La combinación entre la música y los vinos nos lleva al terreno de la excelencia, al deseo de querer disfrutar de una experiencia excelente. Y esto es algo muy importante.
Precisamente, recuerdo una idea que me contó una vez un famoso cocinero gallego: «tenemos que hacer como los japoneses, tenemos que apostar por la excelencia». Y la tradición nos permite desarrollar la excelencia. Las cosas de aquí también merecen que se empuje para lograr la excelencia. Esto es una actitud de vida que creo que comparto totalmente con la gente de Pazo Baión y que está dando unos resultados maravillosos.
Sobre todo, al combinar la tradición con otro elemento de la pócima: la vocación internacional. Yo llevo toda la vida intentando llevar la música gallega y la música celta a todo el mundo. Esta vocación la aprendí de mis maestros The Chieftains que siempre me dijeron «no pienses solo en tu pequeño país, piensa en el mundo». Al final ese modus operandi, esa manera de trabajar y vivir es todo un éxito.
La música y los vinos, tradiciones abiertas al mundo
-De hecho, una de las cuestiones que tiene en común tu arte con los vinos de la D.O. Rías Baixas es esa apuesta por la internacionalización y llevar la esencia de Galicia a todo el planeta, ¿no?
Sí, es un proceso que lleva muchos años, que no se consigue solo con un pico de éxito. Y creo que eso es algo que la gente del vino lo sabe perfectamente. Es un trabajo de largo recorrido. Además, la música y los vinos comparten una larga historia de miles de años. Sin ir más lejos, hoy en día hay nuevas teorías que señalan que la variedad albariño ya existía en Galicia antes de la llegada de los romanos. Esta tradición va de la mano con la música.
Ambas, de hecho, son tradiciones orales que se han ido perfeccionando y se han ido pasando estas sabidurías de generación en generación. Y hoy, con los conocimientos que hay puedes jugar y puedes hacer todo tipo de experiencias, pero es cierto que siempre somos leales a la tradición y al legado que nos ha llegado. Por eso trabajamos con todo nuestro cariño y siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos de que lo que creamos sea excelente, porque si no se está destruyendo todo el bagaje heredado.
Todos estos conceptos que hemos ido evocando claramente nos llevan a la idea de que Galicia es como una gran ópera, en la que se suma la música y otro tipo de tradiciones, como la de la elaboración del vino. Si juntamos las partes de esa creación colectiva que se ha transmitido oralmente y la renovamos con calidad podemos ser internacionales. Estamos haciendo país a través de la música y los vinos.
De hecho, los vinos son embajadores de Galicia en el mundo actualmente. A mí, en Nueva York, estadounidenses me han querido agasajar invitándome a tomar un albariño.
Maridar legado y voluntad
-Otro paralelismo entre la música y los vinos, y entre tu arte y Pazo Baión, gira en torno al concepto de patrimonio. En nuestra propiedad existe un patrimonio material, como el propio pazo y otros edificios históricos, pero también un patrimonio inmaterial, ligado al cultivo de la vid y la elaboración de albariños. ¿Tú consideras fundamental dentro de tu obra la puesta en valor de la música, un gran ejemplo de patrimonio inmaterial, gallega y celta?
Totalmente. Esta cuestión nos permite observar un elemento diferencial. En Pazo Baión existe esa dimensión material, relacionada con lo arquitectónico y lo histórico, y otra inmaterial, que es el cultivo de las uvas. O, dicho de otra forma, se conjuga lo material con la cultura oral y la transmisión de conocimientos. ¿Por qué es esto diferencial? La explicación se encuentra en la propia génesis del sistema de la Xira Lugares Máxicos, de la que forma parte nuestro tradicional concierto en Pazo Baión.
Este sistema lo aprendimos en California, en una larga gira por Estados Unidos. Un día dimos un concierto en unas bodegas en la zona de Santa Bárbara, que vendría a ser el O Salnés de California y que tiene una larga tradición en la elaboración de vinos. De hecho han llevado variedades de muchas partes del mundo e, incluso, están intentando hacer albariño en esa zona.
Yo ya había visto a grandes artistas americanos tocando en lugares naturales y disfrutando de la puesta de sol. Ellos están de vuelta de todo, no los vas a sorprender con medios técnicos. Sin embargo, la naturaleza les parece insuperable. ¿Qué les cautiva? Por ejemplo, una puesta de sol en unos viñedos. Cuando actuamos en esas bodegas de California, se notaba la voluntad que había en los dueños, pero no había mucho más. No había historia puesto que todo aquello era muy reciente. Ellos no tenían ni una tradición de cientos y cientos de años, ni un patrimonio histórico como el nuestro. Al fin y al cabo, en Estados Unidos no existen edificios del S. XVII.
Por eso, pensé que ese formato teníamos que hacerlo en Galicia, en un lugar que combinara legado histórico con voluntad. Y ese lugar lo hemos encontrado, porque en Pazo Baión tenemos la historia y la voluntad humana de hacer cosas nuevas.
–Hablando de atardeceres entre viñedos, durante tu concierto en Pazo Baión se va a producir, un año más, el atardecer. ¿Cómo crees que esto afecta a la experiencia de disfrutarlo?
Es la hora meiga, la hora mágica por excelencia y es un lujo poder disfrutar del atardecer en un lugar con un buen tiempo más o menos asegurado. Porque es cierto que Pazo Baión está en un lugar lo suficientemente cerca de la costa para disfrutar del buen clima, pero al mismo tiempo no se ve expuesto a las nieblas que pueden inundar la costa y que pueden chafar ese momento mágico. Hemos podido comprobar estos años que en este lugar hay un clima muy estable. Si Santa Bárbara es el O Salnés de California, Pazo Baión es el Santa Bárbara de O Salnés.
Poner la tecnología al servicio de la excelencia
–Volviendo a lo que nos contabas antes sobre la tradición, la bodega de Pazo Baión combina ese legado centenario de elaboración del vino con técnicas de vanguardia. Y en tu música haces algo similar. Tu último single, Danza de espadas, es también fruto de la combinación entre la tradición y los nuevos sonidos de la música urbana.
Efectivamente, siempre nos estamos sirviendo de las últimas tecnologías para lograr ese objetivo de conseguir la excelencia.
Cuando empezábamos, estábamos en el momento cumbre del sonido analógico, A Irmandade das Estrelas lo grabamos en Windmill Lane Studios, donde grabaron artistas del calibre de U2 o Morrison. Grandes estudios para grabar músicas en acústico, con todos los músicos tocando juntos. Empleaban una tecnología puntera en todo el mundo para sonidos acústicos y alcanzar la excelencia que buscábamos.
Sin embargo, en los últimos años han aparecido las herramientas digitales y las redes sociales, que supusieron la (casi) muerte de la industria discográfica tradicional, porque aún vendemos muchos discos en los conciertos. Las redes sociales, Spotify y todo el engranaje digital ha llevado a una cuasi gratuidad del sistema. Los artistas pagan para producir su música y luego la regalan, esperando que el cosmos se lo devuelva en forma de conciertos y festivales.
De tal forma que lo digital nos lleva a la microeconomía y al do it yourself y, por lo tanto, a un terreno en el que la música está al servicio de alimentar al monstruo, como lo definió Bad Bunny. ¿Qué quiere decir esto? Que constantemente hay que sacar productos de forma rápida y barata para que los algoritmos no te castiguen y para tener escuchas en Spotify. Es decir, hacer música low cost.
Frente a este modelo, nosotros intentamos utilizar desde el primer disco lo mejor de la tecnología que está a nuestro alcance, pero siempre poniéndola al servicio de nuestros ideales y objetivos de excelencia.
En Danza de Espadas, por ejemplo, hemos querido juntar la gaita y el trap en músicas que llevan ahí miles de años, al igual que las uvas. De tal forma que trabajamos la tradición con músicas electrónicas, pero buscando siempre crear música de calidad. Por eso creo que los creadores de música que perseguimos la excelencia y las bodegas que elaboran vinos caminamos en la misma dirección. Tanto Pazo Baión como otras bodegas del sector no compiten en el mundo low cost, sino que lo hacen en la búsqueda de la excelencia y el reconocimiento internacional.
Precisamente, la internacionalización es un común denominador muy curioso entre la música y los vinos. Estamos delante de dos ejemplos muy potentes de esfuerzo por la internacionalización y de seguir la senda del milagro irlandés. Es decir, poner en valor nuestras tradiciones y cultura.
Al fin y al cabo, Irlanda es un país en el que llueve y que, por lo tanto, podría no resultar interesante en términos turísticos. Sin embargo, han apostado por ofrecer su cultura, su magia y su tradición al resto del mundo.
La música y los vinos gallegos buscan poner en valor nuestra tradición desde la excelencia.
Reivindicar la madurez y las experiencias intergeneracionales
-Otra cuestión muy interesante de Danza de Espadas es la colaboración intergeneracional, que también está muy presente en el cultivo del albariño. En esta pieza trabajaste con Yung Denzo, un productor de 19 años, ¿crees que esta clase de colaboraciones son fundamentales para trasmitir la tradición a las generaciones futuras?
Efectivamente, el tema intergeneracional es clave. La era digital está apostando por la separación entre generaciones (los de Facebook, los de Instagram, los de TikTok, las personas que no consumen en digital…). Y, la música, de pronto, se ve fraccionada, hasta el punto de que hoy hay gente joven que no sabe ni quiénes eran los Beatles.
Curiosamente, tanto en la música como en los vinos, tradicionalmente siempre mandó la gente mayor, la madurez. De hecho, cuando empecé mis ídolos eran The Chieftains o Paco de Lucía, gente de la edad de mis padres o, incluso, de mis abuelos. Maestros de los que aprendías con humildad.
Ahora este sistema tradicional se ha roto, porque existe la sensación de que los jóvenes tienen el control porque son a los que se les da mejor el mundo digital.
En cambio, el mundo del vino nos demuestra que una persona de más de 50 años tiene aún toda la vida por delante y ha acumulado una gran cantidad de conocimientos para disfrutar, crear y hacer cosas de largo recorrido. Productos que creen país, que generen una marca de larga duración.
De ahí que sostenga que el mundo del vino tiene una filosofía muy acorde con la de las músicas que nosotros hacemos y que deseamos que sean eternas. Formamos parte de una tradición que lleva siglos y siglos. Hay que reivindicar la madurez. Muchos grandes artistas estaban dando lo mejor de sí en su etapa madura, como Pablo Picasso a los 80 años.
A mí siempre me ha gustado trabajar con gente mayor que yo porque eran maestros y aprendía de ellos. Ahora que tengo 50 años me gusta colaborar ya no solo con los de 30, sino también con los de 18, como Yung Denzo. Hemos unido la gaita con el trap y estoy encantado, ha sido un proceso superinteresante.
Las experiencias intergeneracionales son importantísimas y la música tradicional ayuda a llevarlas a cabo. Todas las edades son válidas y te aportan cosas diferentes, no hay que separarnos por generaciones. Creo que esto es común a la música y los vinos.
-Ya para terminar, centrándonos en el concierto del 28 de julio, ¿podrías adelantarnos alguna sorpresa que se encontrarán las personas que vayan a asistir?
Sí, en el concierto de este año vamos a interpretar muchas canciones. Tenemos un nuevo fichaje, María Sánchez, una violinista clásica de Barcelona que, además, es cantante. Con ella vamos a permitirnos explorar canciones que acabamos de grabar y piezas que hemos elaborado en los últimos años.
Además, no va a faltar a la cita John Polanski, violinista y bailarín de The Chieftains, que viene desde Norteamérica y llegará el día anterior para estar en Pazo Baión, porque no quería perderse el concierto. Y también tendremos con nosotros a algunos de los músicos con los que hemos grabado hace unas semanas en la catedral de Saint-Denis de Paris las músicas celtas de Beethoven para Deutsche Grammophon.
Va a ser un concierto para disfrutar, para dejarse ir.