La comarca de O Salnés es un lugar lleno de magia. En sus territorios conviven paisajes que nada tienen que envidiar a la Toscana, con las instantáneas marinas de la ría de Arousa. De los primeros surge el albariño. Y de las segundas, los frutos de la despensa marina de Europa. Tanto la tierra como el mar insuflan en los habitantes de la comarca unos conocimientos y una forma de ser únicos. De ahí que haya visto nacer a personalidades tan fascinantes como Valle Inclán, Ramón Cabanillas o Julio Camba.
Precisamente, este último, uno de los periodistas y corresponsales más importantes de la historia de España, nació en el mismo ayuntamiento en el que se encuentra Pazo Baión: Vilanova de Arousa. Ello se tradujo en su amor incondicional por el vino. Julio Camba (1876-1959) disfrutó, a lo largo y ancho del planeta, de las mejores elaboraciones. De Francia a Estados Unidos, de la Vieja Europa al Nuevo Mundo.
Toda su sabiduría vinícola se filtró en sus crónicas periodísticas y en los libros que recopilan su trabajo. En especial en La casa de Lúculo o el arte de comer (1929), un fascinante tratado de gastronomía; y en La ciudad automática (1932), un compendio de sus crónicas neoyorkinas.
No se nos ocurre mejor forma de celebrar el Día del Libro, que, recordando la estrecha relación que unió a un genio de las letras, como Julio Camba, con la elaboración más importante de su patria chica: el albariño. Un amor allende los mares y surcado por palabras.
Julio Camba, un amante del vino a través del mundo
Cuando aún era un adolescente, Camba emigró, de polizón, a Argentina. Así comenzó un periplo que lo llevó desde la ría de Arousa hasta algunas de las ciudades más importantes del mundo: Londres, Paris, Roma, Berlín, Estambul, Nueva York… La historia de un hombre hecho a sí mismo, un periodista cosmopolita y universal que no solo no renunció a sus raíces, sino que las puso en valor siempre que pudo.
Como decíamos antes, O Salnés marca a fuego a sus descendientes. En sus múltiples trabajos como periodista, cronista parlamentario, articulista y corresponsal en el extranjero, Julio Camba se vio influido por sus orígenes. Su sentido del humor y su prodigioso manejo de la ironía procedían de la retranca gallega. Sus profundos conocimientos gastronómicos y vinícolas tenían su origen en los valiosos productos de las Rías Baixas: los frutos del mar y el vino albariño, que, por aquel entonces, estaba lejos de ser la floreciente y prestigiosa industria que es hoy en día.
Durante sus corresponsalías europeas, Julio Camba pudo investigar y catar los vinos más importantes del mundo, por aquel entonces: los franceses. En La casa de Lúculo o el arte de comer hace un repaso exhaustivo por los vinos de Burdeos, Borgoña, el Ródano, el Rin, Alsacia… Los clasifica según su calidad, les asigna maridajes y escribe una suerte de reglas para el disfrute del vino.
En lo que respecta a los vinos blancos, como el albariño, considera que estos deben servirse fríos y tener un bouquet suave. Asimismo, sostiene que, con las otras, el marisco y el pescado hay que tomar vinos blancos. Tal como se hace tradicionalmente en las Rías Baixas, donde los productos del mar han ido acompañados a lo largo de los siglos de las elaboraciones tradicionales hechas a partir de la uva de variedad albariño.
Poner en valor lo tradicional
Su fascinación por la pujante industria vinícola francesa, torna en desencanto con el paso de los años. Las elaboraciones abandonan lo tradicional para dar paso a un proceso puramente mercantilista:
Indudablemente la producción vinícola constituye hoy en Europa una industria típicamente americana, y el europeo que no quiera beber vinos de serie no tendrá más remedio que hacer su maleta y venirse a América.
Julio Camba, La ciudad automática
Cuando llega a Nueva York, como corresponsal del diario ABC, descubre los efectos de la Ley Seca (1920-1933). Al prohibirse la comercialización del vino, éste se convierte en una elaboración meramente casera, puesto que se puede cultivar la vid para autoconsumo.
Esta vuelta a lo artesanal, cautiva profundamente a Camba. Quizás lo retrotrae a su infancia, al albariño de casa, elaborado a partir de la uva que se recogía de los viñedos y que escapaba de cualquier tipo de estandarización. Vinos elaborados siguiendo conocimientos centenarios, traspasados de padres a hijos, originarios del Imperio Romano y perfeccionados en los monasterios medievales. De ahí que declare que:
América hace su vino exactamente como lo hacía Europa en la Edad Media, y no sólo lo hace con uvas de California, sino que lo hace también con uvas españolas, francesas, italianas y alemanas.
Julio Camba, La ciudad automática
Contra la estandarización
Con esta defensa del vino tradicional, Julio Camba carga contra la estandarización del vino. Puesto que, al hablar de una elaboración tan compleja, es imposible que «se nos presente todos los años con el mismo color, el mismo olor y el mismo sabor».
El periodista de Vilanova de Arousa usaba su verbo para poner en valor no solo lo tradicional, sino la diversidad del universo vinícola. Para defender que todo buen vino es diferente de los demás, puesto que tiene una composición aromática y una acidez que lo hacen único.
Con su crónica neoyorkina, Cambia indica el camino de la industria vinícola futura: la apuesta por elaboraciones cargadas de lo que le sobraba a él: personalidad.
O, dicho de otra forma, para crecer, el vino no debe transformarse en refresco, sino potenciar lo que lo hace ser como es.
Vino albariño: tradición e innovación
Sea como fuere, el tiempo le dio la razón a Julio Camba. Por lo menos en lo que respecta al vino con el que creció: el albariño.
Lo que en su día era una industria embrionaria, eminentemente local y de autoconsumo, se ha convertido en un sector pujante, en el que la innovación y el cuidado de todas las fases del vino van de la mano. El resultado de este proceso se puede ver a través de los datos de la D.O. Rías Baixas. Hoy en día, el vino albariño se consume en 70 países del mundo y en 2021 se exportaron más de 9,4 millones de litros.
Todo ello, huyendo de la estandarización contra la que clamaba Julio Camba. Puesto que los albariños destacan por su frescor, personalidad y estructura.
Su prestigio ha crecido hasta situar al albariño en el Olimpo vinícola mundial. Una liga de la excelencia en la que juega de tú a tú con los vinos que Camba analizó en La casa de Lúculo o el arte de comer.
Así, el florecimiento industrial no ha ido acompañado de una homogeneización de los vinos. Ni la profesionalización de su elaboración ha provocado que se dejara atrás la tradición centenaria. Todo lo contrario. Las bodegas de albariño han sabido conjugar tradición e innovación para producir elaboraciones únicas y potenciar lo más importante: una materia prima única en el mundo, la uva albariño.
Los vinos de pago de Pazo Baión: acidez y personalidad a raudales
Regresando a las provocadoras palabras de Julio Camba, éste destacaba que en Estados Unidos «cada cual pone en su producción un cuidado exquisito». De esta forma seguía incidiendo en el valor de lo artesanal, de la orfebrería detrás de las elaboraciones caseras.
Ese mismo espíritu está en la base del proyecto de Pazo Baión, desde que, en el año 2008, Condes de Albarei comprara la propiedad. Cada una de las tres elaboraciones de la bodega, Pazo Baión, Gran a Gran y Vides de Fontán, es una obra de orfebrería vitivinícola. Los tres vinos se elaboran única y exclusivamente con las uvas recogidas en los viñedos de la finca. De ahí que sean vinos de pago. Y el equipo de Pazo Baión cuida y mima cada detalle desde el cultivo de las vides hasta el embotellamiento y la comercialización del vino.
De esta forma, los profesionales de Pazo Baión logran conjugar avances tecnológicos punteros, como el huevo de hormigón para criar a los vinos, con la sabiduría y el saber hacer milenarios. El objetivo no es otro que elaborar vinos únicos, de rebosante personalidad y compleja estructura.
Así, los albariños de pago de Pazo Baión se aprovechan de la abundante acidez de la uva recogida en la finca para ser elaboraciones absolutamente únicas.
Retomando lo dicho por Julio Camba hace casi un siglo: Pazo Baión, Gran a Gran y Vides de Fontán no tienen ni el mismo color, ni el mismo sabor, ni el mismo olor que ningún otro vino del mundo. Son irrepetibles, al igual que los vinos de casa con los que deleitaba Camba sus sentidos cuando visitaba Vilanova de Arousa entre viaje y viaje.
Por eso creemos que Julio Camba se habría enamorado de los albariños de pago de Pazo Baión. Al igual que nosotros amamos su obra y su legado. Un hombre que llevó al Salnés y al albariño por el mundo, muchos años antes de que nuestros vinos fueran premiados, valorados y consumidos en los mismos lugares por los que él transitó. Y que describió brillantemente a todos sus lectores.
Con pocas cosas maridan mejor las palabras más fascinantes que con un buen vino.
¡Feliz Día del Libro!