Naturaleza, historia, cultura y, sobre todo, vinos. Hablar con su creador de la arquitectura de Pazo Baión es un ejercicio fascinante por la pasión y el conocimiento con el que habla de un proyecto reconocido hoy internacionalmente
Para adentrarse en la arquitectura de Pazo Baión, ninguna compañía es tan apropiada, tan sugerente, como la del profesional que devolvió su esplendor a la propiedad. A César Portela (Pontevedra, 1937) le brillan los ojos cuando habla del proyecto que emprendió en el 2008, el año en el que Condes de Albarei se hizo con la bodega.
La pasión con la que habla del proyecto, la ilusión que sigue destilando a sus 83 años, todavía al pie del cañón, son seguramente la prueba inequívoca del maridaje perfecto que se ha forjado entre el genial arquitecto y Pazo Baión.
Compartir unas horas con él visitando la finca es un regalo. Descubrir los secretos de un «proyecto que sigue muy vivo» trece años después de ver la luz representa un viaje fascinante. Pasen y lean. Con todos ustedes: César Portela.
-¿Cómo ha madurado el proyecto de Pazo Baión doce años después de ver la luz?
-La verdad es que este no es el proyecto habitual que le encargas a un arquitecto. A mí me parece que en Galicia es fundamental contar con el territorio para hacer arquitectura; el sitio donde esté una casa es tan importante como la casa misma. De hecho, te puede acercar al cielo o al infierno [risas].
En el caso de la arquitectura de Pazo Baión, me pasé horas y horas recorriendo la finca para intentar conocer bien cada elemento, incluso cada planta. Cuáles tenían que estar a la sombra, cuáles todo el día al sol… Desde el principio la naturaleza tuvo un sitio en la mesa en la que se redactaba el proyecto. Y eso se percibe hoy, este proyecto ha madurado muy bien.
-El proyecto es hoy distinto de cuando germinó en el 2008 y da la sensación de que será aún más especial, más espectacular dentro de diez años.
-Es cierto, Pazo Baión va a ganar. Cada año que pasa está más bonito, va cambiando y para mejor. Así como muchas obras de arquitectura con el tiempo se degradan, al pazo le ocurre lo contrario.
-La sensación cuando se visita Pazo Baión es que se trata de un lugar de lugares. Lleno de rincones secretos, únicos, de sorpresas. ¿Lo concibió así?
-Efectivamente. Pazo Baión es distinto si vas a pasar una hora o si tienes seis horas. Si tienes seis horas vas a descubrir muchos lugares y rincones, pero también vistas únicas. Hay perspectivas únicas. Desde lo alto de la iglesia de Baión, desde los miradores del salón de eventos con el valle de O Salnés ante ti, a los pies del río… Yo aún no las conozco todas y eso que he pateado muchas muchas veces la finca.
-Uno de los males de la arquitectura gallega es la falta de sensibilidad que en ocasiones plantea respecto del encaje en el entorno. Quizás la epítome de este problema sean esas casas, incluso ciudades, que le dan la espalda al mar. En Pazo Baión la vocación por encajar con el entorno da la sensación de ser un elemento central del proyecto. ¿Es así?
-Es verdad lo que dices de que a la arquitectura le ha faltado en Galicia sensibilidad en demasiadas ocasiones. Yo creo firmemente que cualquier gran edificio, complejo, pazo… tiene que aprovechar el entorno, el lugar donde se localiza, para explotar todo su potencial. Cuando concebimos la arquitectura de Pazo Baión y todo el proyecto en su conjunto, aprovechamos la naturaleza y por supuesto también la historia y el patrimonio de la propiedad para dar forma a toda la idea.
-Entiendo que uno de los objetivos de su trabajo fue combinar estética y funcionalidad. Al fin y al cabo, la razón de ser de Pazo Baión es la producción de unos albariños excepcionales. ¿Supuso un reto adicional para usted la creación de una moderna bodega además del resto de elementos que hacen de este un proyecto único? Me refiero al enoturismo, la organización de eventos…
-Esa era una espada de Damocles que siempre tuve encima. Nosotros teníamos muy claro que trabajábamos para una cooperativa (Condes de Albarei). Teníamos que crear el proyecto más productivo posible, pero eso no debía estar reñido con la estética, en definitiva, con la arquitectura de Pazo Baión.
-Esa dualidad entre diseño y eficiencia.
-Es que tenía que ser así. Cada actuación que emprendimos partía de un cóctel irrenunciable: que fuese bonito, productivo… La bodega es un buen ejemplo porque es muy atractiva desde el punto de vista del diseño, es obviamente muy funcional, pero además se aprovecharon muchos elementos de la estructura original. La arquitectura de Pazo Baión es todo diseño y eficiencia.
-La sala de catas es otro ejemplo. Hoy es sin duda una estancia imponente, pero en realidad aprovechó un espacio que ya existía.
-Hay muchos espacios dentro de Pazo Baión que parten de esa premisa. En el salón de eventos, que era una antigua vaquería, se hizo una restauración aprovechando muchos elementos. Y añadiendo otros para darle ese toque de contemporaneidad. En este punto me gustaría poner en valor el trabajo de los nuevos propietarios, de las más de 400 familias que conforman Condes de Albarei, y del consejo rector, el que conocí cuando se creó el proyecto y el que está hoy. Son excepcionales.
Toda esta filosofía la han entendido perfectamente, siempre han querido combinar la estética y la eficiencia. Esa convivencia que ha hecho de Pazo Baión un proyecto de viticultura y enoturismo distinto. Y si ha habido una contradicción, que obviamente las ha habido, la han resuelto con una sensibilidad no siempre fácil de encontrar.
-¿Cómo se marida un viaje tan complejo como este? Obviamente principalmente por el mundo del vino, pero también de la arquitectura, la historia, cultura, la naturaleza…
-Me llevó muchos paseos y horas de trabajo concebir toda la arquitectura de Pazo Baión y cada uno de los elementos en los que queríamos intervenir. Y, sobre todo, cuando ya habíamos tomado la decisión de hacer algo, analizarlo como si no lo hubiésemos hecho nosotros. Situarnos frente a esa decisión y criticarla. No podíamos hacer nada a la ligera porque nos enfrentábamos a una propiedad que había ido cobrando vida a lo largo de cinco siglos. Cada piedra, cada muro… Todo aquello había que recogerlo y respetarlo.
-El encaje de Pazo Baión en el entorno es otro elemento que llama la atención. Cuando uno se sitúa frente a los edificios principales, todo ese complejo, los torreones, la presencia poderosa de la piedra, impone mucho. Pero cuanto más se aleja uno y toma perspectiva, más simbiosis se percibe. No hay agresión. Al contrario, cada edificio tiene una presencia muy armónica en el conjunto de la finca. ¿Le costó mucho llegar ahí?
-Respetar los volúmenes fue algo fundamental a la hora de enfrentarnos al proyecto. No ganar, tampoco perder, concebir cada elemento como un todo en el que cada cosa jugaba un papel. Y al que le queda mucho recorrido por delante porque este es un proyecto vivo. Que tiene aún mucho recorrido por delante.
-También es llamativo el equilibrio entre tradición y vanguardia.
-Ese fue otro pilar para nosotros. Intervenir en la arquitectura de Pazo Baión con actuaciones a veces muy sutiles (muebles, suelos de hormigón, pinturas, ventanales…) que aportan esos toques de vanguardia que conectan tan bien con unos edificios que albergan tanta historia.
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